El goce (y el peligro) del audiolibro


Bueno, heme aquí una vez más. Las plantas rodadoras aún pasean por este lugar y sin embargo, volvemos con ganas de escribir, aunque sea unas pocas líneas, pero la ocasión fue adecuada. Si Mahoma no va a la montaña…

La cuestión es la siguiente: Me encanta leer, si bien sumergido en textos técnicos, vídeo – tutoriales y el día a día (lo cual se complica con la cantidad de buenos recursos, series y películas que no sólo salen de Hollywood) encontré en el audiolibro un gran aliado. He de confesar que al principio la mera idea de ser «pasajero» en un viaje (como alguna vez me lo describieron en la Universidad) y escuchar cual (la radionovela de la abuela) me parecía poco atractiva; el hecho de poder conjugar la «lectura» con otras actividades ya no era tan mala idea.

Mientras preparaba el desayuno/iba en el autobús o simplemente durante la limpieza sabatina, el tener al alcance de mis oídos las ideas, datos, historias y reflexiones de aquellos textos para los que «no tenía tiempo» (lo confieso, aprender a organizarme es algo todavía presente en el debe) pasaron a ser mis compañeros de jornada. Del disfrute de la historia, al análisis político (nunca creí llegar a escribir esto), el audiolibro se impuso a la música y a los diversos podcasts que cada tanto escuchaba como píldoras de lo que pasaba en el mundo (Me es difícil y aún no he podido encontrar contenido de calidad sobre la realidad de mi país, así que eso lo dejo para después, porque todo lo disponible está dividido entre «ellos» y «nosotros»)

Pero a la hora de la hora (y a pesar de las valiosas lecciones y datos que aprendí de varios audiolibros) hubo una publicación que me llamó la atención: Black Rednecks and White Liberals (ahora Youtube me bombardea con sus recomendaciones), cuyo autor (Thomas Sowell) pretende mostrar que «la cultura negra no es la verdadera cultura negra estadounidense» y que «los liberales en su afán de ‘ayudar’ han victimizado al negro y por tanto perpetuado el atraso, intensificado la violencia y lo han condenado a ser ciudadanos de segunda, orgullosos de serlo».

Si bien por un lado Sowell (catedrático de color, aunque el prefiere eliminar el estigma de la palabra negro) nos muestra un interesante análisis sobre el desconocimiento de la historia «americana» (en realidad estadounidense) del ciudadano promedio del país más poderoso del mundo, lo cierto es que cada tanto su prosa se ve impregnada de afirmaciones desde el conservadurismo propio de la nación en la que el autor creció. Es loable la producción literaria de Sowell, pero justamente en este libro se nota el principal inconveniente a la hora de abordar tales textos en formato de audio: el narrador (de la versión que yo escuché con una voz serena y casi acorde a la de Don Thomas) suelta alegremente decenas de afirmaciones que dificultan su seguimiento y verificación. Así, por citar un caso, se dice que «un estudio nos demuestra que en el sur estadounidense muchos hijos de esclavos libres veían como actitud «no negra» el esforzarse en el estudio, el aspirar a un buen empleo y sobre todo el no hablar en Ebonics…»

Y he allí la principal desventaja frente al libro impreso (o el ebook, ya que estamos) la ausencia de pies de páginas, anotaciones y erratas (que supongo el original incluye) dificulta ir más allá y contrastar tales afirmaciones, las cuales que se toman como cierta/falsa según la esfera en la que encuentre el lector (o el oyente).

Si algo hay que resaltar del libro (porque no todo es ni puede ser negativo) es que es uno de los pocos textos (al menos para que tipea estas líneas) que busca desmitificar el éxito del pueblo judío y más bien busca encontrar similitudes (o un común denominador, si gustan) con miembros de otras naciones (o pueblos) que encontraron éxito lejos de su hogar de origen (libaneses en Brasil y en África, japoneses en Perú o chinos en Indonesia y otras naciones del sur asiático). Lejos del relato de «el pueblo elegido», las condiciones de vida, el arraigo con su gente y el valor del estudio (el conocimiento como un recurso que no ocupa espacio en la valija) se sopesan como hipótesis que explican(en realidad que explicarían, aunque el autor lo pone como un hecho) el éxito de aquellos grupos humanos. Pero otra vez, sin citas a otros estudios, siempre queda la impresión de guardarse algo para sí.

Y bueno, luego está el subtexto de «los pobres son pobres porque quieren» o porque «su victimismo no les permite progresar», afirmaciones que nacen de la meritocracia más falaz. Y eso es arena de otro costal. Para concluir este corto post, el audiolibro es válido para la ficción y es muy útil para aprender idiomas, por lo demás me quedo con el libro impreso.

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Fútbol, cine, historia y literatura. Quejándome del fútbol moderno.

3 responses to “El goce (y el peligro) del audiolibro”

  1. shakeyourbootybaby says :

    Personalmente, así como le digo NO a los audios de Whatsapp, también le digo NO a los audiolibros. Podría decir que estar oyendo me dificulta prestar atención a otras cosas (Bah, yo soy muy de hacer varias cosas al mismo tiempo y todas mal). Por otro lado, ¿el podcast sería el hijo bobo del Audiolibro y el programa de radio?.

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  2. Dinorider d'Andoandor says :

    A veces hay momentos en que no puedes estar pegado al libro y tener al audiolibro en verdad ayuda a no perder la ilación… por otro lado son una gran ayuda para los invidentes

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